Calle Marino Sirera 14 (junto mercado Cabanyal). Valencia. TF. 963 547 757. José Vicente Pérez vuelve a Valencia. Es uno de los personajes más fascinantes que he encontrado en la restauración valenciana. Apasionado y carismático, es un loco genial absolutamente entregado a la gastronomía. Personajes así nos han dado comidas memorables. Pensemos en el mítico Sento Aleixandre, en Alfredo Alonso o incluso, hoy en día, en Carlo D’Anna. Son (o fueron) profesionales de bandera que viven el oficio con una vocación absoluta. Tipos que abren cada día con la obsesión de dar lo mejor, de hacerlo todo bien, de generar felicidad. Sus propuestas no podrían ser económicas. Es imposible. Pero tampoco tan provechosas como el cliente pudiera imaginar. Son gente entregada a su vocación por encima de la rentabilidad del restaurante. Por eso nos dan tanta felicidad, porque nos ponen por encima de la cuenta de resultados.
José Vicente es de esos. Un loco que no pensó en la cuenta de resultados cuando abrió El Bressol. Por eso, y porque lo hizo en plena crisis, la propuesta no salió hacia adelante. Una pena. Era uno de los mejores restaurantes de producto que ha habido en esta ciudad.
En este O’Donell, José Vicente no es propietario, pero tampoco un empleado. La propuesta lleva su sello de principio a fin: en las mesas bien vestidas, en la selección de vinos (sobre todo champanges y blancos alemanes), en los ademanes de un servicio que chapa a la antigua pero habla con chispa y gracia…y, sobre todo, en el producto. Al menos de momento. Aquí he comido la mejor gamba que he probado este año. Enorme, fresca y en su punto exacto de cocción (por supuesto hervida). Igual que la cigala de arena, que no es enorme, pero sí dulzona y jugosa. En esa misma línea de producto puro y duro encontramos las espardenyas, las ortigas de mar o el punxonet (que es como llaman en Cullera a la canailla).
En esta etapa José Vicente ha sumado al proyecto a Javier Aznar, a quien Valencia conoció cuando regentaba Sangonereta. Javi viene a complementar esa oferta de producto con una carta en la que caben más cosas, como un buenísimo tartar de atún. Está perfectamente aliñado (en el mismo momento del pase) y se prepara con verdadero atún rojo de caña. Un plato redondo al que le sobra una guarnición de aguacate con la que seguramente la casa intenta salvar el precio del plato. No está a esa altura la ensaladilla rusa de escabeche de langostinos (que anda falta de punto) ni el ajoarriero de garrofón (que para un tanto insulso). Platos como la titaina o sus arroces hacen que comer aquí pueda caber en una factura de 35 euros. Eso sí, lanzarse por el marisco y el champange nos llevaría muy por encima.
En el apartado de vinos José Vicente ha lanzado una propuesta que, desde fuera, parece muy arriesgada. 46 vinos y 4 champanges servidos por copas. Algo fuera de lo normal en esta ciudad y más aún en un barrio como El Cabanyal.
El proyecto no es fácil. Para empezar El Cabanyal está adquiriendo vida, pero más entre los modernos que entre los gourmets. Para combatir eso José Vicente ofrece parking gratuito para que el viaje en coche no sea un inconveniente. El otro gran problema es el precio. Un producto como éste no puede ser económico, pero en las actuales circunstancias tampoco puede ser un lujo. Nuestro protagonista asegura que aquí se puede comer bien por 35 euros y muy bien por 50. Si es así, triunfarán.
LO MEJOR: La gamba. Sin duda la mejor que me he comido este año.
LO MEJORABLE: La sonorización. Cuando los vecinos beben, la conversación lo nota.
LO IMPRESCINDIBLE: Advertir a José Vicente de que no somos ricos.