Pasó el Valencia Culinary Meeting y dejó más de una duda en los mentideros gastronómicos de la ciudad. No estoy de acuerdo con todas las críticas que he oído. Más bien al contrario, creo que los aficionados valencianos tenemos que estar agradecidos a los organizadores por darnos la oportunidad de conocer a estos cocineros sin tener que viajar hasta tan lejos. Pero, al mismo tiempo, me quedo con la sensación de que el Valencia Culinary Meeting podía ser algo más que un bonito regalo que un grupo de restaurantes hace a sus clientes. Para empezar debería
potenciarse como instrumento de promoción para la ciudad. Hoy en día Valencia Turismo aprovecha para invitar a algunos periodistas internacionales, pero la potencia de fuego se difumina. Por otro lado, el evento podría ser un verdadero intercambio de experiencias entre los restaurantes de aquí y de allí. Es verdad que los cocineros anfitriones suelen visitar a los invitados antes del evento, pero podría hacerse algo que enriqueciera también al resto de profesionales de la ciudad. Insisto en que el Valencia Culinary Meeting nace desde la iniciativa privada de un grupo de restaurantes. Desde ese punto de vista sólo cabe agradecerles el esfuerzo. Pero desde un punto de vista institucional la inversión que se realiza debería de estar condicionada a unos resultados que beneficien más al sector.
Me parece interesante la reflexión que me hacía el hostelero Javier Andrés Salvador. Propone un evento más organizado, en el que se elija un destino determinado (pongamos como ejemplo una ciudad europea como Berlín, Lyon o Londres). En lugar de traer chefs de donde fuera, todos los cocineros vendrían de la misma ciudad, acompañados de los medios locales que, todos juntos, ofrecerían una comunicación mucho más potente. Luego habría que hacer el camino inverso y los cocineros valencianos acudirían en grupo al destino elegido y cocinarían en los mismos restaurantes que vinieron a Valencia. Desde luego, a nivel de comunicación, sería muchísimo más interesante y se podrían generar muchas actividades complementarias aquí y allí que dotaran de más entidad al evento.
Respecto a la edición de este año, me quedo con dos comidas que despertaron especialmente mi interés.
El Poblet&Tickets

Sopa de tomates verdes y gamba pato, un plato de Lluis Valls
La presencia de Albert Adrià es un reclamo suficientemente potente como para que uno no quiera perdérselo. Pero me encontré en esa cena algo más que la foto con el celebrity. Vi un trabajo sensacional por parte del equipo de El Poblet. Nunca antes había asistido a un cuatro manos donde el menú tuviera un ritmo tan bueno ni los platos se sucedieran con tanta armonía. No es casualidad. Lluis Valls se tomo el reto muy en serio, y así debe de ser. Fue un menú largo con 12 clásicos de Tikets a los que se sumaron otras 12 propuestas de El Poblet, muchas de ellas creadas ex-profeso para que funcionaran bien en este menú. Quique Dacosta cuenta hoy con un equipo de profesionales increíble. Ficha a los mejores y, lo que es más importante, se quedan con él para siempre. Por algo será. Tener en el mismo equipo a Juanfra Valiente, Manuela Romeralo, Teresa Pérez, José Antonio Navarrete, Lluis Valls, Ángel García, Ricard Tobella o Luján Carnicer es un seguro de vida para saber que todo funcionará siempre. Tienen calidad y se entregan en lo que hacen. Por eso cosas como esta les salen así de bien.
Casa Manolo&Ryan Stover

Calabaza con sy consomé y nueces de macadamia, un plato de Ryan Stover
Fue una propuesta arriesgada. Manuel viajó en dos ocasiones a Nueva York hasta convencer a Ryan de que no podía faltar a la cita. Ryan es un tipo especial. Busca construir un restaurante lleno de valores donde se pueda hacer una cocina interesante sin sacrificar la vida de sus empleados. Para ello, inventa una cocina franca y directa, que huye de elaboraciones excesivas que requieren demasiadas horas en cocina. Ryan vino en pelotas. Con la mente abierta, sin ideas preconcebidas y dispuesto a crear sobre la marcha. Manolo se lo llevó a comprar a la lonja (el tipo alucinaba), le enseñó los cítricos de Todolí y le presentó a sus proveedores y su cocina. El resultado fue un menú muy valiente donde encontramos cosas muy ricas, como la gamba roja con foie y helado de calamansi, con otros platos que sonaban a experimento como sus mollejas de ibérico (muy poco hechas). Un juego divertido en el que me valió la pena participar.