Career major, 5. Villalonga. Tf. 602 59 42 50. Precio medio 27€. La Taska abrió hace un par de años como un bar sin demasiadas pretensiones gastronómicas. Servían tostas, hamburguesas de carnes exóticas, queso brie con mermelada…El negocio funcionaba pero Edgar Mascarell es inconformista y fue cambiando la oferta hacia una carta más creativa. Hace nueve meses se lanzó definitivamente al ruedo, hizo tabla rasa con el pasado y desterró los platos antiguos para jugársela con esta propuesta marcada por la fusión.
Edgar no cuenta con un gran curriculum. Estudió en el CDT y pronto empezó a trabajar en negocios de corte tradicional. Nada de stages en grandes casas ni mucho menos formar parte de una plantilla de campanillas. Pero tiene ganas e inquietud y recoge ideas de aquí y de allá para construir una carta que combina las tendencias más de moda (incluidos los manoseados baos y gyozas) con alguna propuesta más personal y un puñado de platos de mercado.

Run Big de codillo
En algunos platos Edgar nos demuestra que hay un cocinero con el potencial suficiente como para seguirle la pista. Ocurre por ejemplo con el run big de codillo con salsa barbacoa asiática, hierbas y cacahuetes o el bao taiwanés con pato desmigado y salsa sweet chili. No son platos demasiado originales, pero están muy buenos y pueden servir como punto de partida para seguir buscando un camino más personal.

Fideuá taiwanesa

Calamares de la huerta
A Edgar le sobra arrojo. Aunque también le falta mucho camino por recorrer para convertirse en el cocinero que quiere ser. Tiene chispa y gracia y, sobre todo, no tiene miedo. Eso está bien. Pero también debería exigirse más a sí mismo. Ser más crítico con sus resultados. Una buena idea es un buen principio, pero luego hay que trabajarla. Le ocurre, por ejemplo, con su fideuá Taiwanesa. Combina hojas de lima kefir, lemon gras y genjibre con setas y secreto ibérico. Podría ser un gran plato, si el sabor ahumado del secreto no invadiera todo el guiso. Algo similar pasa con sus calamares de la huerta. El calamar no está mal y apetecen esas verduras que le acompañan, pero tanto las habas como las alcachofas no se trataron con el esmero necesario y quedan un tanto duras.

Rocas de mar

Panceta ibérica cocida a baja temperatura con crujiente de morro

Gyoza de conejo
De su experiencia en la cocina tradicional, Edgar ha asumido muy bien el concepto del sabor. Tal vez por eso sus “rocas de mar” (en realidad unas croquetas de bacalao tintadas de negro) son potentes y sabrosas y su panceta a baja temperatura con salsa teriyaki un bocado de sabor persistente. También está rica su gyoza de conejo al ajillo, que se aliña con una reducción de la propia salsa.
El comedor es bonito, aunque con un equipamiento muy básico natural en un negocio que empieza a andar.
Edgar Mascarell es joven, tiene ilusión y buenas maneras en los fogones. De momento ya ha conseguido hacer funcionar un restaurante contemporáneo en un pequeño pueblo de La Safor, y eso ya es bastante. Si no se conforma con eso, si asume un espíritu de autocrítica que le ayude a mejorar el acabado de los platos y, sobre todo, si profundiza en su cocina más personal, se convertirá en una de esas promesas que tanto me gusta seguir.