Carrer d’en Vicent Gallart, 15. Precio medio: 25 euros.Tf 963 55 88 09.Román Navarro acaba de inaugurar su segundo restaurante. Si en Tonyna (su primer local) bucea constantemente entre sabores de aquí y de allá, en Anyora apuesta fuerte por los sabores locales. Seguramente el espacio ha condicionado la elección. Se trata de un antiguo despacho de vino fundado en 1937. Román ha conservado cuanto ha podido para preservar el sabor del antiguo negocio: las cámaras de hielo, los toneles de vino, los rótulos…Y en la carta, un compendio de tapas con mucho sabor a tradición.
El apartado que más llama la atención, y el que hace de este un local diferente, es el de la casquería (tan de moda últimamente). Román la presenta puesta al día, reconocible pero con ciertos toques que buscan hacerla más amable y atractiva para un público poco acostumbrado a estos productos. Así, las mollejas se sirven con un jugo de pollo asado y ajos tiernos y las crestas de gallo con langostinos y una salsa suave de pimentón. Sin embargo,ese afán por suavizar la casquería le lleva a estropear una sabrosa lengua con un ravigote (una especie de vinagreta) que acaba ocultando todo el sabor de la carne.

Mollejas con jugo de pollo asado y ajos tiernos

Terrina de morro a la plancha
La factura de Anyora es comedida (no más de 25 euros) pero Román es inflexible con la calidad de la materia prima. Por supuesto que con ese precio no pueden haber grandes productos pero lo que hay es siempre de primera. Ahí están, por ejemplo, los fresquísimos boquerones que aparecen en la fritura de pescado o los salazones de nuevo cuño de Alma Marina. Se trata de unos salazones con muy bajo punto de sal y curación. Interesantísima su hueva de maruca aunque insulsa la mojama de atún a la que no sientan igual de bien los tiempos de curación tan cortos.

Cresta de gallo con langostinos
En Anyora hay platos más elaborados. Vienen del obrador que Román tiene junto a Tonyna y en Anyora reciben el último toque. Allí prepara, por ejemplo, el pollo al ajillo (en realidad una galantina de pollo bañada en una salsa de ajillo), la paletilla de cordero o los canelones rellenos de jarrete de ternera y foie. Conviene no irse sin pedir postre. Son muy buenos. Goloso y rico el bicuit glacé que Román aprendió de Oscar Torrijos y tremendamente suaves unas natillas que no tienen más secreto que haberlas montado partiendo de unos huevos frescos como toda la vida de dios. La carta de vinos es corta y acotada a vinos ecológicos, biodinámicos y de amigos de la casa. No están mal, pero vendría bien una óptica más amplia donde cupieran también otros vinos.

Croquetas de gallilna y jamón ibérico
En esta nueva apertura, con la marca Tonyna en la mochila, Román ha generado una expectación tremenda. Tratándose de un cocinero bien formado, con buen gusto y un negocio rentable a sus espaldas muchos esperábamos (más bien deseábamos) un restaurante más serio donde pudiéramos descubrir todo el potencial de Román. Pero él no se atreve, o no quiere. Prefiere jugar este papel de cocinero empresario antes que aceptar un reto que le absorvería toda su vida y le pondría frente a unos clientes que juzgarían cada detalle. ¿Sensatez? ¿Cobardía? Qué más da. Es su decisión y por supuesto hay que respetarla. Pero da un poco de rabia. Tanto insensato montando restaurantes con ínfulas y este que vale nos deja con las ganas.